25/5/10

LIBERTAD

Dentro de ti ya eres libre, totalmente libre, tus cadenas vienen de afuera, de tu afán por complacer no sólo tus propias expectativas sino también las exigencias del mundo.

Te atas a ti mismo intentando complacer a los demás porque el trasfondo de todos tus deseos es ajustarte a unos parámetros que determinan las condiciones para ser un humano aceptado por la sociedad.

Estas cadenas no atan tus muñecas o tobillos, son tus manos llenas de afán las que se aferran a ellas, vives prisionero por tu propia elección y no eres capaz de abrir las manos, relajar los dedos y dejar caer las cadenas en tu existencia.

Y te aferras al placer lo mismo que al dolor, al éxito como al fracaso, a los sueños y a las pesadillas, piensas que debes estar agarrado de algo o de alguien para que tu vida tenga sentido, tienes miedo de soltarte y dejarte llevar por la existencia porque vives convencido de que sin esas ataduras no hay posibilidad de alcanzar lo que buscas.

La mayor cadena, el más grande obstáculo para tu libertad es la obsesión por obtener o alcanzar algo, siempre en un tiempo y un espacio inexistente porque todo lo que pueda ser gozado o sufrido: el disfrute, la tristeza, el dolor, el placer, todo lo que se experimenta es en el momento, todo lo demás son calabozos en los cuales te encierra tu mente para robarte la libertad.

Vivimos en un mundo de metas, planes, aspiraciones, ambiciones y proyectos, hemos convertido la existencia es un espejismo inexistente, proyectado siempre hacia delante, la vida se complica cada día más porque la convertimos en un medio para alcanzar algo en un momento que nunca es el ahora, olvidando que no hay otro momento que este que vivimos.

La expectativa te impide ser libre para disfrutar lo único seguro, el ahora, porque las metas son horizontes que siempre están a la vista pero jamás se alcanzan a tocar, cada segundo es un logro si lo vives y un fracaso si te lo pierdes por pensar que más adelante habrá algo más.

La vida es un fin en sí misma y sólo un medio para llegar a la muerte, que tu meta sea vivir en el único instante que puedes hacerlo, sin expectativas ni deseos que necesiten de tiempo para cumplirse, sin condiciones ni exigencias que te roben el privilegio de ser libre, abre tus manos, suelta las cadenas, suéltalas porque no son ellas las que te atan sino que son tus manos las que no las quieren soltar.

Suéltate, libérate, deja que tu existencia fluya libre en la corriente de la vida sin ponerle condiciones al camino y caminarás libre por siempre del miedo a no ser lo que tú y el mundo esperan de ti.

Que tu única meta sea vivir cada momento en una total aceptación de lo que es y de lo que eres, la libertad no depende de nada externo, depende de tu capacidad para escapar de la prisión que has construido para ti con gruesos muros que no te dejan escuchar lo que susurra tu corazón: que la puerta ya está abierta, que ahora mismo puedes salir y ser libre de esclavitudes autoimpuestas.

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