El dolor es la reacción del ser humano ante aquellas circunstancias que considera inaceptables, injustas o trágicas, es la respuesta condicionada a todo aquello que nos negamos a aceptar, es también un reflejo de alerta y defensa ante las agresiones externas.
El dolor físico nos avisa de algún agente agresor y nos protege de un daño mayor, es uno de los más eficaces mecanismos de defensa del cuerpo.
El dolor emocional es mucho más complejo, hay ocasiones en las cuales sentirlo está plenamente justificado: cuando pierdes a alguien importante para ti, por que se aleja o muere; cuando algún estado u objeto temporal, en el cual basabas tu seguridad, desaparece; cualquier evento que haga tambalear el mundo bajo tus pies y te deje sin cimientos por un tiempo, es causa de dolor.
Este tipo de dolor, que surge como respuesta a un hecho concreto, es natural, debes aceptarlo como un estado temporal de animo que se denomina duelo, es sano sentirlo y asumirlo como lo que es, una reacción lógica ante una pérdida, ahora bien, si te identificas con él y terminas por integrarlo a tu personalidad, lo convertirás en un lastre para tu felicidad, en una excusa para que te compadezcan, en un pretexto para cobrarle al mundo por lo sucedido.
Hay otro tipo de dolor emocional, que surge aparentemente de la nada, de repente todo se torna gris, lo que hasta hace poco era motivo de dicha se convierte en el peor de los males, el mundo se vuelve hostil, te sientes solo y tienes miedo, ¿Qué pasó? ¿Qué provocó este cambio tan repentino?
Tu mismo y tu percepción influenciada por la mente que divaga sin tu control, a falta de problemas la mente se los busca, comienza a esculcar en el pasado y a desenterrar viejas heridas, se lamenta de todo aquello que no ha conseguido, añora los felices momentos vividos y pasados, se regodea en la culpa por los errores cometidos, comienza a planear su castigo y a vaticinar todo tipo de males para compensarlos.
Otro juego que le encanta a la mente es comparar tu glorioso futuro con tu sencillo presente, así te mantiene atado a tus deseos y ausente del ahora, te conmina a aplazar la felicidad para un mejor momento, ubicado siempre fuera de tu alcance, para la mente la felicidad siempre está más allá del aquí y el ahora, en otro lugar, en otro empleo, en otra relación, en otro tiempo, siempre posible pero distante.
El dolor surge del miedo y el miedo es la causa del conflicto, cuando te percibes como un mundo aparte te sientes solo y aislado, consideras que la vida es una lucha de todos contra todos, un campo de batalla donde la única posibilidad es la defensa y el ataque, en ese conflicto permanente está la raíz de todo sufrimiento.
El dolor es una consecuencia de la idea que tienes de ti mismo, nadie puede atacar lo que tú eres realmente, ni siquiera tú, solo los débiles atacan, la debilidad que percibes en ti es tu propia oscuridad y la luz que la disipa es la fortaleza interna que está disponible para ti siempre.
El dolor es una elección, mucho más cuando no hay una razón aparente que lo justifique, pero incluso cuando todo se derrumba puedes elegir la manera de sentirlo, con desesperación y rebeldía o en paz y aceptación, nada cambiará en la circunstancia que lo provocó pero si dentro de ti, esa será la diferencia, lo que es, es y ya pasó, lo único que puede ser cambiado es la forma como lo asumes.
Puedes buscar dentro de ti motivos para ser feliz o para sufrir y los encontrarás, siempre encuentras lo que buscas y en una mente tan compleja siempre habrá material para construir el mundo que deseas y la perspectiva que elijas tener.
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