La vida es un viaje, puedes decidir viajar en primera clase, muy cómodo y tranquilo, también puedes abandonar esta opción y subirte en una bicicleta estática a pedalear sin pausa en el mismo sitio sin avanzar, hay un telón al frente que representa tus planes, deseos y anhelos, otro atrás de ti te muestra tu pasado, lleno de recuerdos felices y también de frustraciones y fracasos, pedaleas convencido de que si te detienes en tu esfuerzo la bicicleta perderá el equilibrio y caerás sin remedio, se te olvida que está sostenida firme sobre el piso, no disfrutas del ejercicio, es tan solo una forma de vida, miras el telón frente a tus ojos y sigues pedaleando para alcanzarlo, se ve tan cerca, tan posible y deseable que no te importa el cansancio.
Si supieras quien eres, que puedes abandonar la bicicleta y darte un paseo por el mundo, abrir los ojos a su belleza y entrar en el espacio de la alegría y el descanso, que puedes subirte en el vagón de los privilegiados, tomar tu asiento de primera clase y viajar seguro a tu destino.
El principal obstáculo para hacerlo, es que no sabes cual es ese destino y no tienes ni idea como alcanzarlo, la razón es que no hay uno, la vida no te lleva a ninguna parte, es simplemente el viaje y no la meta, ¡qué grave confusión!, vas corriendo sin pausa hacía algún lugar inexistente en el tiempo, ignorante por completo de tu condición privilegiada, te subes en cualquier vehiculo que prometa llevarte a tu destino sin importar si es incomodo, si no tiene ventanas que te permitan ver lo que te rodea, si vas compitiendo con tus compañeros de viaje por un lugar para sentarte y descansar en la seguridad de lo que has conseguido.
No tienes idea de lo que eres, has confundido lo tangible con lo intangible, lo temporal con lo eterno, el cuerpo con el espíritu inmortal que habita en ti, esta grave confusión te mantiene alejado de la alegría, la paz y la libertad, si tan solo cuenta el viaje, ¿por qué eliges viajar en el vagón de carga?
El boleto de primera clase es tu propia actitud ante la vida, la alegría, la aceptación y la gratitud por cada una de tus experiencias, ellas conforman la llave que te franquea la entrada, no hay mejor condición para un viaje gratificante, no tienes que ser nada, ya lo eres; no tienes que conseguir nada, ya lo tienes; no tienes que hacer nada, la vida lo hace por ti.
La vida es como un crucero, la diversión acaba cuando se llega al puerto, el viaje en si ofrece infinidad de alternativas para disfrutarlo, es un todo incluido que abordaste al nacer, puedes disfrutar los privilegios que te brinda si reconoces que eres un viajero de primera clase o puedes sentirte un polizón y mantenerte en la oscuridad creyéndote sin derecho a estar en él.
No te confundas, tienes derecho a una vida plena y abundante, alégrate por estar en este barco y disfruta el itinerario, todos vamos al mismo lugar, de regreso a casa, viaja cómodo y seguro en la certeza de que todos tus gastos ya han sido cancelados, todo lo que hay en el barco es para que lo disfrutes en tu condición de viajero, no tienes que remar ni arriar las velas, la tripulación se encarga y esa tripulación es nada más ni nada menos que el Universo entero a tu servicio.
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