Fluir es experimentar la serena sensación de un andar ligero y libre de preocupaciones, ver como todo se confabula para hacer de tu existencia un camino despejado de obstáculos y pleno de promesas.
Fluyes libremente con la corriente de la vida si aceptas que formas parte de ella y que es insensato oponerte a su transcurrir, sueltas todos tus apegos y le das una amorosa bienvenida a lo que llega y un agradecido adiós a lo que se va, si caminas confiado sabiendo que cada paso te acerca a la meta y lo disfrutas sin juzgar el recorrido.
Sabes que tu intención ha sido aceptada por el universo, que todo lo que suceda es parte de un plan grandioso para proveerte las oportunidades perfectas para el logro y tocas todas las puertas sabiendo que sólo se abrirán aquellas que te conduzcan a tu realización.
Al fin entiendes que tu recorrido no es en solitario, que alguien camina a tu lado sabiendo en todo momento lo que te hará feliz, porque tu felicidad es luz para el mundo y todo lo que Dios desea es que te conviertas en la mano que toque a los demás con tu propia dicha.
Empeñarte en perseguir lo que sólo espera tu aceptación es lo que convierte tu vida en un recorrido lento y penoso, resistirte es lo que te hace luchar a cada paso para obtener los dones que tu mismo te has negado, así te condenas al miedo, al dolor y a la insatisfacción.
Lo que tu deseas es lo mismo que Dios desea para ti, no es un asunto de forma sino de contenido, no puedes reducir Su voluntad a una serie de exigencias y encasillarla en tu limitada mentalidad, sólo ves modelos de vida que parecen ofrecerte la felicidad y formas que pretenden contenerla, cuando alguno de estos espejismos te parece aceptable lo adoptas como objetivo y lo persigues obsesivamente, entonces dejas de fluir y te aferras a un solo curso creyendo que en él se encuentra lo que buscas.
Te conviertes en un ser limitado, indeciso ante las múltiples alternativas del mundo, te dedicas a idear estrategias que puedan acercarte a lo que te has propuesto, pones en las manos de Dios tus objetivos pero te niegas a aceptar sus soluciones creyendo que las tuyas son más acertadas, Él, que respeta tu voluntad, se hace a un lado y te permite experimentar tus elecciones, no interfiere pues el objetivo es que tengas la experiencia que has creado, esto sólo retrasa tu camino, crees tomar un atajo y agilizar el desenlace pero lo único que logras es apartarte de la perfecta solución que su sabiduría ya había preparado para ti.
El pensamiento de Dios forma parte de ti y puedes recurrir a él en cualquier circunstancia, el primer paso es aceptar que esto es cierto, formas parte de la totalidad, hay maneras divinas para entregarte lo que deseas si tus caprichos no interfieren, eres libre de elegir y nadie te juzgará por ello, nadar contra la corriente no significa que no llegues a tu destino, tal vez lo hagas, pero lentamente y con mayor esfuerzo.
Tu mente te dice que si no luchas lo suficiente no lograrás lo que te propones, para Dios no hay luchas, esfuerzos, ni competencias, en Él todo es perfección y fluidez, en su certeza tu vida transcurre alegre y tranquila, te sientes protegido y caminas seguro, expresas tu voluntad, te sueltas y cumples tu tarea en su plan: tu andar tranquilo y confiado, tu actitud alegre y pacifica y tu sereno fluir con la existencia, llevaran a los que te rodean un testimonio de la paz infinita que se experimenta al permitir que tu voluntad se perfeccione en la Suya.
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