Comienzas a curar al mundo cuando te niegas a aceptar su enfermedad, la enfermedad del mundo es el ataque contra todo lo que ves, que no es otra cosa que el ataque contra ti mismo, la enfermedad del mundo es la creencia de que alguien tiene que perder para que tu ganes, que todo lo que quieres exige de ti un sacrificio, una ofrenda ante el altar del mundo para ser merecedor de sus regalos.
Hay una sola enfermedad y un solo remedio que la cura, la enfermedad es el miedo que se manifiesta de muchas maneras: odio, ataque, envidia, competencia, depresión, desesperación, angustia, lucha y egoísmo. Un sinfín de formas que el miedo adopta para mantenerte esclavo de su poder destructor, que carcome tu valía, te niega la dicha, te aleja de la gracia y te mantiene atado al dolor y al sufrimiento.
El remedio también es uno solo: el amor y al igual que el miedo adopta muchas formas: alegría, dicha, confianza, ternura, perdón, visión, sabiduría, caridad, grandeza, fortaleza, invulnerabilidad y servicio. Muchas formas también que pueden hacerte libre, sanar tu mente del miedo, compartirse y extenderse sin límites hacia un mundo enfermo, que sólo el amor puede curar.
Eliges la enfermedad o eliges el remedio y con esta elección eliges también tu papel en este mundo; lo que quieres ver y lo que deseas recibir depende únicamente de lo que estas dispuesto a dar y lo que el amor da es ilimitado, jamás se agota sino que se aumenta al compartirlo, se extiende infinitamente iluminando con su luz el mundo con un solo acto de tu voluntad.
El miedo, en cambio, no sabe dar, sólo arrebatar, sus consignas son: si alguien tiene algo es porque te lo ha quitado, para que tu tengas otro tiene que perder y lo que a ti te engrandece tiene que empequeñecer a otro; así vas por la vida creyendo que tu grandeza depende de su miseria y tu valor de restar el valor de otros; la valía no es un fondo de cualidades limitado y susceptible de ser repartido sólo entre unos pocos elegidos, es el regalo de Dios para sus hijos, totalmente imparcial, justo y equitativo.
Hay suficiente amor, alegría, salud, dicha, perdón y risas, también suficiente dinero, éxito, fama y todos esos requisitos del mundo que parecen sustituir tu verdadero valor, ¿Por qué luchas contra todo lo que parece amenazarte? tu mayor enemigo eres tú mismo: te atacas en los demás, te niegas tu valía en ellos, tienes miedo de ti mismo al temer a los que son como tú.
Puedes curar el mundo y para ello no se te pide que sacrifiques nada, tu decisión por la paz solo te puede traer bendiciones, sin embargo debes renunciar al ataque, tu verdad no necesita defensa, tu espíritu es inofensivo e invulnerable, sólo puedes reconocerlo cuando te niegues a creer que lo que a ti te falta otro lo posee, que estás en este mundo para convertirte en alguien diferente a lo que ya eres o para competir por lo que ya tienes.
La curación del mundo está en tus manos, no eres un ser insignificante cuyos actos, palabras y pensamientos no tienen poder alguno para cambiarlo, no puedes actuar, pensar o hablar en vano, si eliges el ataque te unes a la enfermedad, si eliges el amor te convertirás en el remedio que salve al mundo de su locura.
Diana Rodriguez Angulo
Hay una sola enfermedad y un solo remedio que la cura, la enfermedad es el miedo que se manifiesta de muchas maneras: odio, ataque, envidia, competencia, depresión, desesperación, angustia, lucha y egoísmo. Un sinfín de formas que el miedo adopta para mantenerte esclavo de su poder destructor, que carcome tu valía, te niega la dicha, te aleja de la gracia y te mantiene atado al dolor y al sufrimiento.
El remedio también es uno solo: el amor y al igual que el miedo adopta muchas formas: alegría, dicha, confianza, ternura, perdón, visión, sabiduría, caridad, grandeza, fortaleza, invulnerabilidad y servicio. Muchas formas también que pueden hacerte libre, sanar tu mente del miedo, compartirse y extenderse sin límites hacia un mundo enfermo, que sólo el amor puede curar.
Eliges la enfermedad o eliges el remedio y con esta elección eliges también tu papel en este mundo; lo que quieres ver y lo que deseas recibir depende únicamente de lo que estas dispuesto a dar y lo que el amor da es ilimitado, jamás se agota sino que se aumenta al compartirlo, se extiende infinitamente iluminando con su luz el mundo con un solo acto de tu voluntad.
El miedo, en cambio, no sabe dar, sólo arrebatar, sus consignas son: si alguien tiene algo es porque te lo ha quitado, para que tu tengas otro tiene que perder y lo que a ti te engrandece tiene que empequeñecer a otro; así vas por la vida creyendo que tu grandeza depende de su miseria y tu valor de restar el valor de otros; la valía no es un fondo de cualidades limitado y susceptible de ser repartido sólo entre unos pocos elegidos, es el regalo de Dios para sus hijos, totalmente imparcial, justo y equitativo.
Hay suficiente amor, alegría, salud, dicha, perdón y risas, también suficiente dinero, éxito, fama y todos esos requisitos del mundo que parecen sustituir tu verdadero valor, ¿Por qué luchas contra todo lo que parece amenazarte? tu mayor enemigo eres tú mismo: te atacas en los demás, te niegas tu valía en ellos, tienes miedo de ti mismo al temer a los que son como tú.
Puedes curar el mundo y para ello no se te pide que sacrifiques nada, tu decisión por la paz solo te puede traer bendiciones, sin embargo debes renunciar al ataque, tu verdad no necesita defensa, tu espíritu es inofensivo e invulnerable, sólo puedes reconocerlo cuando te niegues a creer que lo que a ti te falta otro lo posee, que estás en este mundo para convertirte en alguien diferente a lo que ya eres o para competir por lo que ya tienes.
La curación del mundo está en tus manos, no eres un ser insignificante cuyos actos, palabras y pensamientos no tienen poder alguno para cambiarlo, no puedes actuar, pensar o hablar en vano, si eliges el ataque te unes a la enfermedad, si eliges el amor te convertirás en el remedio que salve al mundo de su locura.
Diana Rodriguez Angulo
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