3/2/10

JUEGO

De niños siempre jugabamos a ser como grandes y cuando llegamos a serlo y estos juegos adquieren la mágica dimensión de lo real, nos olvidamos de cuantas veces disfrutamos interpretando un rol que ahora nos parece esforzado y aburrido.
Recuerda cómo aplicaste tu imaginación para recrear escenarios y adaptar todo lo que encontrabas como elementos para jugar, hoy puedes seguir jugando a la cocinita, la casita, la tienda, al medico o a la secretaria en un escenario real, con todos los juguetes necesarios, pero te falta lo esencial: olvidaste que era un juego y cuanto lo disfrutabas en tu niñez.
Ahora como adulto, tienes la maravillosa oportunidad de jugar en escenarios en los cuales el mundo entero juega contigo, ya no hay muñecos sino niños de verdad, la estufa enciende, la nevera enfría y la lavadora lava, el carro hace ruido sin el auxilio de tu boca y se desplaza a gran velocidad, tus alumnos aprenden, tus pacientes se curan, el dinero de la tienda es real y los clientes compran y se llevan la mercancía.
¿No te parece divertido? Vives cada día en un juego donde lo que antes recreabas con tu imaginación ahora es una realidad, sigue jugando, porque lo único que ha cambiado eres tu, perdiste la capacidad de jugar en la vida con la simplicidad de un niño.
Nadie se preocupaba por lo que jugaría al día siguiente, lo único importante era el juego de ese día, nadie se aferraba a su papel de hoy para seguir interpretándolo mañana, no había un objetivo en estos juegos de rol diferente a jugar, nadie ganaba ni perdía, solo se divertían.
Jugábamos a ser adultos y ahora que lo somos olvidamos lo divertido que era, crecimos creyendo que los grandes tenían el control y que podían manejar la vida a su antojo, y nos creímos esta gran mentira, apenas tuvimos un poco de libertad para expandir el campo de juego se nos olvido jugar, nos volvimos serios y complicados, enredamos el juego y lo llenamos de reglas y requisitos inútiles, comenzamos a pensar que hay ganadores y perdedores en el juego de la vida, dejamos de jugar y comenzamos a competir.
Intentamos comparar nuestros juguetes con los de los demás y aplazamos la diversión porque los nuestros no son como los de ellos, si no somos los lideres del juego ya no nos gusta jugar, queremos decirles a los demás como hacerlo para poder divertirnos, nos llenamos de objetos inútiles, de actividades impuestas y de relaciones convenientes olvidando que sólo se trata de un juego y que el objetivo es pasarla bien así tengamos que recurrir a la imaginación para convencernos de que nuestra casa es un palacio, nuestro carro una carroza y nuestra pareja el príncipe azul o la princesa del cuento.
¿Por qué no? Era lo que hacíamos de niños y funcionaba, éramos felices, nos divertíamos, el juego de ayer no lo recordábamos, el de mañana no tenía importancia, nuestros juguetes se transformaban en todo aquello que necesitábamos: las piedras se convertían en panes, el pasto en verduras y un pedazo de arcilla en un suculento pollo.
Así funciona el juego de la vida, usa tu imaginación para convertir todo lo que tienes en tu caja de juguetes y todo lo que haces en el juego de hoy, es tu actitud la que determina si te diviertes con lo que tienes y eres o aplazas el juego y su disfrute hasta tener unos mejores juguetes o un papel en él más acorde con tus ambiciones.

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