Todos estamos en permanente evolución, si te comunicas con la vieja imagen de los demás y no con su ser presente te perderás la maravillosa experiencia de percibir su crecimiento.
Una comunicación – comunión, sólo es posible en presencia del amor, si el miedo no se interpone puedes realmente comunicarte, porque no existe obstáculo para la verdad.
Cuando juzgas cortas la comunicación, percibes lo que has forjado con tu mente, te niegas la oportunidad de ver lo actual en ti y en el otro, lo que está allí en ese momento y no la imagen que has fabricado con retazos de recuerdos, no te percibes a ti mismo y a los demás como son en el presente sino como un concepto inmutable que te impide ver la evolución y crecimiento que han alcanzado y dejas que esa percepción te robe la visión de la verdad.
En un sentido práctico, escuchas lo que esperas escuchar, ves lo que esperas ver y generas conflicto donde no debería existir sino comunicación, ya has decidido lo que vas a dar y a recibir y por lo tanto no aceptas otra opción, sabes de antemano que este intento de comunicación terminará en una lucha, cada uno querrá imponer su criterio y defender su posición de la del otro, entonces no escuchas sino tu propia voz proyectada en el otro, tu imagen, forjada por ti mismo, en sus palabras y actitudes y antes de comenzar ya has condenado este intento de comunicación como inútil.
¿Por qué? Porque estás defendiendo una mentira, luchas por conservar tu imagen y tampoco te permites modificar la del otro, que también has creado en tu mente, toda barrera se derrumbaría si solo por una vez te permitieras ver a tu interlocutor sin pasado, como si recién lo conocieras.
Es más fácil tratar de ver en los demás tu perfección que en ti mismo, convives todo el tiempo con tu propia imagen, en cambio puedes ignorar el concepto que tienes del otro, puedes variar tu percepción para que te permita ver más allá de su apariencia, cuando logres penetrar con esa luz en su verdad, estarás al mismo tiempo reconociéndote en él y vislumbrando una verdad que también te pertenece, entonces habrá verdadera comunicación, no hay una imagen que defender, la obsesión por tener la razón queda opacada por el asombro que te causa el observar al otro desde una nueva perspectiva en la que te permites la libertad de descubrir qué ha cambiado en él, qué hay de nuevo en esa persona, cuanto ha crecido, qué cosas ha aprendido y puede aportarte, entonces la comunicación deja de ser una competencia de criterios para convertirse en un respetuoso intercambio de ideas que los enriquecen a ambos.
Dejas de ver a los demás como imágenes terminadas y archivadas en tu memoria y cada encuentro te revela a un nuevo ser, fruto del aprendizaje que la experiencia ha dejado en él, que lo transforma cada día y te brinda una oportunidad única para darte cuenta del constante proceso evolutivo del hombre a través de la vida, nada permanece invariado, todo cambia y mucho más el ser humano al que sus experiencias moldean como el escultor a la arcilla entre sus manos.
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